En el principio, antes de que la tierra fuera creada, existía la Palabra. El término griego es "logos," que significa cualquier forma de comunicación. Aquí, describe a Jesucristo antes de ser enviado a la tierra como un ser humano, la forma en que Dios eligió revelarse al mundo. La Palabra estaba con Dios y era Dios. Estaba presente con Dios desde el principio. Todo fue hecho por medio de él, y nada fue hecho sin él. En él estaba la vida, y esa vida era la luz para la humanidad. La luz, que es Cristo, ilumina la oscuridad, y esta oscuridad no la pudo vencer.
Juan el Bautista y la Revelación
Surge un hombre llamado Juan, enviado por Dios para dar testimonio de la luz. Aunque no era la luz, vino para dar testimonio de ella. La verdadera luz estaba llegando al mundo, la luz que ilumina a toda persona. A pesar de que la Palabra ya estaba en el mundo y lo había creado, el mundo no lo reconoció. Vino a su propio pueblo, pero no lo aceptaron. Sin embargo, algunos sí lo recibieron, creyeron en él, y les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios, nacidos no de la voluntad humana, sino de Dios mismo.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y verdad. Juan el Bautista proclamó su grandeza, declarando que era mayor que él, pues existía antes de su nacimiento. De su plenitud hemos recibido gracia tras gracia. La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo, el único que ha revelado la verdadera naturaleza de Dios.
Juan el Bautista y la Identidad
Los líderes judíos enviaron sacerdotes y levitas a Juan para preguntarle sobre su identidad. Juan declaró abierta y claramente que no era el Mesías, ni Elías, ni el Profeta prometido por Moisés. Cuando le preguntaron por qué bautizaba, explicó que bautizaba con agua, pero entre ellos estaba uno a quien no conocían, el que venía después de él, que era digno de desatar las sandalias. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba a la gente.
Jesús, el Cordero de Dios
Al día siguiente, Juan vio a Jesús acercarse y exclamó: "¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!" Este es aquel de quien yo dije: 'Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo.' Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él sea revelado a Israel."
Los Primeros Seguidores de Jesús
Juan estaba de nuevo con dos de sus discípulos cuando vio a Jesús pasar y dijo: "¡He aquí el Cordero de Dios!" Los dos discípulos siguieron a Jesús, quien al darse cuenta, les preguntó: "¿Qué buscan?" Ellos le respondieron: "Rabí, ¿dónde vives?" Él les dijo: "Vengan y vean." Fueron con él, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Uno de los discípulos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Andrés buscó a su hermano y le anunció: "Hemos encontrado al Mesías", que significa Cristo. Luego llevó a Simón a Jesús, quien lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas", que traducido significa Pedro.
Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea, donde encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe, a su vez, encontró a Natanael y le anunció que habían encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron: Jesús, hijo de José, de Nazaret. Aunque Natanael dudaba de que algo bueno pudiera venir de Nazaret, Felipe lo invitó a ver por sí mismo. Cuando Jesús vio a Natanael, declaró: "Aquí viene un verdadero israelita en quien no hay engaño." Natanael, asombrado, preguntó cómo lo conocía, y Jesús le reveló que lo había visto bajo la higuera antes de que Felipe lo llamara. Natanael confesó: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel." Jesús le aseguró que vería cosas aún mayores.
En conclusión, el Evangelio de Juan nos presenta la llegada de Jesucristo al mundo, destacando su divinidad, la proclamación de Juan el Bautista y los primeros seguidores que reconocieron en él al Mesías. Este relato trasciende las palabras, siendo un testimonio de la luz que vino a iluminar a la humanidad y cumplir las profecías antiguas. Que este mensaje resuene, revelando la gracia y verdad que vienen a través de Jesucristo, el Hijo de Dios y el Rey de Israel.